miércoles, 1 de agosto de 2007

El Santuario de Atotonilco

Foto por Simon Watson
En las afueras de San Miguel de Allende, México se encuentra el Santuario de Atotonilco, declarado también Monumento Nacional. Este centro de espiritualidad sigue vivo, y lo visitan anualmente cientos de fieles venidos de todo el país. Tal vez sea uno de los edificios religiosos más bellos de México; todo allí tiene un aura de sacralidad y de gracia. Cuando nos detenemos en la ruta y tomamos el desvío de un kilómetro, el camino corre entre casonas de la época de la colonia y la calle está empedrada con adoquines desparejos, centenarios; viajamos en el espacio y en el tiempo. Cuando llegamos a la puerta del santuario nos espera una escena medieval: en el escalón de entrada las ancianas mendigas de cabeza cubierta extienden la mano esperando ritualmente la caridad del peregrino. La iglesia es pequeña, hasta humilde por afuera; por eso experimentamos su cualidad de tesoro desenterrado cuando en la penumbra interior descubrimos –en cada centímetro de muro y techo– frescos maravillosos: toda superficie pintable está cubierta de imágenes bellísimas, llenas de fuerza, inocencia y, hay que decirlo, espíritu.

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